
Busto de Frey Fernando Fernández de Córdoba y Nuestra Señora del Rosario en Almagro: Mendoza en Plaza Fray Fernando Fernández de Córdoba. Isidro Gregorio Hidalgo Herreros.
Capítulo I:
El fundador, fray Fernando Fernández de Córdoba y Mendoza.
Fray Fernando Fernández de Córdoba y Mendoza nació en el seno de una familia de alta nobleza castellana. Era hijo de Alonso Fernández de Córdoba y de Andrade (rama Condes de Cabra), señor de diversos territorios en Andalucía, y de María de Mendoza y de Guzmán, perteneciente a una familia vinculada a la nobleza cortesana y al consejo regio. La unión de ambos padres le proporcionó una formación que combinaba la tradición militar y caballeresca de su padre con la educación humanista y la sensibilidad política de su madre, creando en él un perfil único: un noble con visión administrativa y espiritual.
Desde joven se vinculó a la Orden de Calatrava, donde alcanzó el cargo de Clavero, responsable de la custodia de los castillos y de la disciplina interna de la orden. Más tarde, su capacidad y reputación le permitieron presidir el Consejo de las Órdenes Militares, órgano fundamental en la gestión de las órdenes religiosas y caballerescas y en su relación con la Corona. Esta combinación de nobleza, responsabilidad administrativa y vocación religiosa le convirtió en un hombre de influencia, capaz de proyectar sus ideas más allá de su tiempo y su familia.
A diferencia de otros miembros de su linaje, que se inclinaban principalmente por la milicia o la política cortesana, él orientó sus esfuerzos hacia la cultura y la religión. Su proyecto más ambicioso fue el Monasterio de Nuestra Señora del Rosario en Almagro, concebido como un espacio donde la espiritualidad dominica se conjugara con la enseñanza avanzada de Artes, Filosofía, Teología y Derecho Canónico.
Fuentes indirectas describen a fray Fernando como un hombre piadoso, firme y generoso. Sabía que su obra debía sustentarse en recursos sólidos, por lo que en su testamento de 1550 dejó estipulados bienes y rentas para garantizar la supervivencia del monasterio y del futuro colegio-universidad. Este gesto refleja su visión a largo plazo y su deseo de que su legado, personal y familiar, trascendiera a las generaciones posteriores.
El mausoleo que mandó construir dentro del monasterio no era mero ornamento; era un símbolo de identidad y continuidad histórica, un lugar donde reposar en la eternidad junto a la institución que había concebido y un testimonio tangible de la unión de sus linajes paterno y materno. Su vida y obra revelan a un hombre de frontera entre la Edad Media de las órdenes militares y el Renacimiento universitario, entre la nobleza, la espiritualidad y la proyección cultural de Castilla. Cada piedra del monasterio y cada aula del colegio aún conservan la impronta de su espíritu: la combinación de fe, erudición y responsabilidad histórica que definió su existencia.
Adaptación: Francisco Fernández de Córdoba y Rivero.


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