CASTILLO DE CALAHORRA (GRANADA)

Relato: El Castillo de La Calahorra y la herencia de linajes
El castillo de La Calahorra, levantado a comienzos del siglo XVI como símbolo de poder y magnificencia del marqués de Zenete, don Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, se convirtió con el paso de las generaciones en una de las más notables fortalezas-palacio del Renacimiento español. Su mole de piedra, dominando la altiplanicie granadina, no fue solo una fortaleza militar, sino también un emblema del poder nobiliario y un testimonio de la ambición de los Mendoza por perpetuar su memoria en tierras reconquistadas.

A lo largo de los siglos, la posesión del castillo estuvo íntimamente ligada a las vicisitudes de la casa de Mondéjar, rama principal del linaje mendocino en el reino de Granada. Fue precisamente en el siglo XVII cuando la continuidad de esta casa quedó asegurada por María de Mendoza y Aragón (1619-1671), II marquesa de Agrópoli, sobrina y sucesora inmediata de la VII marquesa de Mondéjar. Aunque por derecho le correspondía entrar en la herencia del marquesado —y, con él, en la memoria señorial del castillo de La Calahorra—, María decidió renunciar en 1662 en favor de su hija primogénita, garantizando así una transmisión directa y sin disputas.

El gesto de María no puede entenderse sin tener en cuenta sus alianzas familiares. Había casado con Nuño de Córdoba y Bocanegra (1605-1654), caballero de Alcántara e hijo del marqués de Villamayor de las Ibernias y de Juana Colón de Toledo, descendiente de los Colón, herederos del Almirante. Así, en torno al castillo de La Calahorra convergieron varias de las más antiguas y prestigiosas genealogías: los Mendoza, constructores y dueños originarios de la fortaleza; los Córdoba-Bocanegra, con una larga tradición militar y virreinal; y la sangre colombina, que evocaba la memoria del descubrimiento del Nuevo Mundo.

De este matrimonio nacieron dos hijas:

  1. Francisca Juana de Mendoza y Córdoba, que sería la VIII marquesa de Mondéjar y, por tanto, continuadora del vínculo entre el linaje y el castillo de La Calahorra.
  2. María Gregoria de Mendoza y Córdoba, también llamada a mantener viva la memoria de su casa.
    El castillo, que en sus muros guardaba la huella del Renacimiento italiano traído a Granada por los Mendoza, pasó así de generación en generación dentro de un entramado de herencias cuidadosamente dispuesto. La decisión de María de ceder el marquesado a su hija mayor aseguraba no solo la pervivencia del título, sino también la continuidad de La Calahorra como símbolo de la grandeza de los Mondéjar.
    De este modo, la historia del castillo queda entrelazada con la de un linaje que supo unir poder militar, herencia colombina y memoria nobiliaria. Bajo sus torres y almenas no solo se alza la piedra, sino también el recuerdo de estrategias familiares que garantizaron, durante siglos, la supervivencia de la nobleza en la España barroca.
    Adaptación: Francisco Fernández de Córdoba y Rivero.
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