
Foto Susana Collado Fernández, castillo de Denia (Alicante).
Capítulo 1-3
I. El primer duque de Lerma: esplendor y poder.
A finales del siglo XVI, en los años de transición entre Felipe II y Felipe III, emergió la figura de Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, primer duque de Lerma. Su influencia sobre el joven monarca fue tan grande que pronto se convirtió en el verdadero centro de poder de la monarquía hispánica. El valido no solo dirigía los asuntos de Estado, sino que supo rodearse de un halo de magnificencia, reflejado en la arquitectura y en el patronazgo artístico.
El símbolo más visible de este esplendor fue la transformación de la villa burgalesa de Lerma, donde impulsó la construcción de un majestuoso conjunto palaciego y urbano, con el castillo-palacio de Lerma como núcleo de un paisaje urbano diseñado para impresionar.
Pero el poder del duque no se limitó a Castilla. En el Mediterráneo, el castillo de Dénia, fortaleza de origen islámico sobre el mar, se convirtió en otra de sus posesiones destacadas. Allí se exhibe todavía hoy la memoria de su figura como señor de la villa. La fortaleza, símbolo del control sobre la costa y del prestigio nobiliario, fue un punto estratégico que reforzaba la influencia del valido en tierras valencianas, en un tiempo en que el mar Mediterráneo seguía siendo clave para la monarquía hispánica.
El primer duque de Lerma representa como pocos la fusión entre política, linaje y mecenazgo, aunque su caída en desgracia tras la llegada del conde-duque de Olivares mostró lo efímero de ese poder casi absoluto.

Retrato por Duarte Caldeira en Genealogía universal de la nobilísima casa de Sandoval, 1612.
Capítulo 2-3
II. El segundo duque de Lerma: continuidad y nuevas alianzas.
A la muerte del valido, el título pasó a su nieto Francisco de Sandoval y Rojas, nacido en Madrid en 1598. Como II duque de Lerma y duque de Cea, heredó no solo la dignidad, sino también la compleja red de responsabilidades y vínculos que rodeaban a su casa. Hijo de Cristóbal Gómez de Sandoval, primer duque de Uceda y también valido de Felipe III, encarnaba la continuación de una familia profundamente entrelazada con el poder real.
El segundo duque supo reforzar estas alianzas mediante su matrimonio con Feliche Enríquez de Cabrera y Colonna, lo que enlazaba a los Sandoval con las familias de los Enríquez de Cabrera, almirantes de Castilla, y con la nobleza italiana de los Colonna.
En este tiempo, tanto el palacio de Lerma como el castillo de Dénia siguieron siendo símbolos visibles de la grandeza de la casa. En Dénia, la figura del duque aparece representada en las galerías del castillo, recordando el poder de un linaje que dominaba no solo la corte de Madrid, sino también enclaves estratégicos en Castilla y en el Levante.
El II duque de Lerma no alcanzó la notoriedad política de su abuelo, pero mantuvo vivo el legado del linaje y garantizó su continuidad a través de sus hijas, que heredarían títulos y establecerían nuevas alianzas con casas nobiliarias de primer orden.

Foto Geneallnet.
Capítulo 3-3
III. Mariana, III duquesa de Lerma: el linaje hacia los Fernández de Córdoba.
La herencia del título recayó en Mariana de Sandoval y Rojas (1614-1651), hija del segundo duque. Como III duquesa de Lerma, desempeñó un papel crucial en la transmisión del patrimonio y en la ampliación de las alianzas familiares. Su matrimonio con Luis Ramón de Aragón Folc de Cardona y Córdoba, VI duque de Segorbe, unió definitivamente a la casa de Lerma con uno de los linajes más antiguos y poderosos de la península ibérica: los Aragón-Cardona-Córdoba.
Con esta unión, los descendientes de Mariana reunieron en su sangre el legado de los Sandoval y Rojas, el brillo cortesano de los Enríquez de Cabrera, la nobleza mediterránea de los Colonna y, finalmente, la tradición guerrera y territorial de los Fernández de Córdoba
El título de Lerma, que había nacido como instrumento del poder del valido de Felipe III, se transformó así en un eslabón dentro de una red nobiliaria aún más amplia. Tanto el castillo de Lerma, en el corazón de Castilla, como el castillo de Dénia, frente al Mediterráneo, permanecen hoy como testigos de aquel poder. En sus muros aún se refleja la memoria de una familia que supo enlazar la política de la corte con el prestigio de las grandes casas nobiliarias hispánicas.
Adaptación: Francisco Fernández de Córdoba y Rivero.
fferyri@gmail.com