
Las primeras descripciones datan del siglo viii, tras la conquista musulmana de la península ibérica y durante el Emirato de Córdoba, por lo que debió ser construido en un lugar elevado para evitar futuras conquistas. Algunos historiadores dan fechas como el 726 o el 742, otros incluso de época anterior a los musulmanes, sin alcanzar un consenso. Da nombre a la población, cuya traducción del árabe hisn al-ashar sería «castillo alegre». Además, el término “hisn” hace referencia a las llamadas villa de frontera, una unidad administrativa del reino nazarí, cuya característica es la presencia de una fortaleza construida en una elevación del terreno y a partir de la cual se articularía la población. La planta del castillo no terminó de establecerse hasta el siglo x, siendo los muros que rodean el patio de armas levantados durante el siglo xi. La fortaleza participó activamente en las revueltas de Omar ibn Hafsún contra el Califato de Córdoba. Una vez terminada dicha sublevación, Abderramán III reconstruyó intensivamente el castillo. El historiador al-Idrisi lo nombra en algunas de sus descripciones, diciendo que la población tiene un castillo bien fortificado con una población numerosa y una famosa alcaicería.
Una vez se firma el Pacto de Jaén en 1246, Iznájar quedará incluida en el Reino nazarí de Granada, fecha en la que está datado el segundo recinto amurallado. Pedro I el Cruel conquistará el castillo en 1362, quedando en poder de los castellanos únicamente durante cuatro años y regresando al poder del nazarí Muhammed V. La fortaleza quedaría definitivamente conquistada por los cristianos por las tropas de Pedro Fernández de Córdoba en 1434 durante una dura batalla, siendo el complejo reconstruido y encomendando la custodia al alcaide de Cabra.
El castillo sufrió durante el siglo xviii una gran transformación para acondicionarlo como vivienda del administrador del duque de Sessa, en cuya época se habilitó parte del espacio a poniente para cuadras, y los restos de paramentos y pavimentos existentes en la zona del lienzo oriental.[4]
El Ayuntamiento de Iznájar lo adquirió a sus últimos propietarios, el conde de la Revilla y familiares, en el año 1991, siendo restaurado durante el año 2007 y habilitándose para visitas turísticas.

El castillo se alza sobre el gran promontorio desde el que se divisa el conjunto de la población, siendo un claro ejemplo de los castillos roqueros de la época de Al-Ándalus. Presenta una planta en forma de triángulo, truncado por su lado nordeste, con su lado mayor mirando hacia el sur y con un gran espacio central. Se encuentra envuelto por un lienzo de muralla con torres flanqueantes en los ángulos sureste y suroeste. El lado nordeste está cerrado por un edificio de planta rectangular, al que se adosa por el oeste una torre pentagonal en proa, y, por el este otra torre, encontrándose así mismo adosado con el edificio del pósito. El acceso primitivo al castillo se cree se realizaría por el lado nordeste mediante un acceso en recodo a través de una torre adosada al edificio rectangular primitivo.
La totalidad del conjunto está envuelta por una barbacana y un foso, prolongándose dicha barbacana por la línea de la muralla de la alcazaba o villa, la cual abarca, junto con el castillo, la parte más elevada del promontorio y de la actual ciudad, conformando el conjunto del castillo y de la alcazaba uno de los conjuntos monumentales más singulares de ese momento. En el espacio interior que comprendía la alcazaba se localizaba con toda probabilidad el espacio de la mezquita, la cual se piensa estuvo situada en el actual emplazamiento de la parroquia, así como los baños y las casas de los nobles.
El núcleo primitivo del castillo se encuentra la nordeste y está constituido por una torre y una estancia, a la cual se accede por un arco de medio punto formado por seis dovelas que se apoyan sobre salmeres convexos, no obstante, el paso del muro es de tipo adintelado y presenta a ambos lados unos huecos rectangulares para albergar las hojas de las puertas cuando estuvieran abiertas.
Dicha estancia está cubierta por bóveda de medio cañón construida en piedras irregulares y posee dos vanos más. Conserva completa la planta pero debió tener otro segundo cuerpo del que sólo quedan los arranques de algunos de sus muros. El aparejo de los lienzos exteriores e interiores es de sillería regular, de pequeño formato, estando trabada con mortero de cal. La anchura de sus muros es de 1,80 metros. Tradicionalmente se ha considerado la totalidad de este espacio de época emiral, fechándose su origen a mediados del siglo viii, siendo reformado en el siglo x, pero los últimos trabajos de investigación lo datan en el siglo xii. Esta sala ha sido objeto de una rehabilitación en 1998.
La actual puerta de ingreso al castillo se sitúa en el lienzo más oriental y conecta directamente con el patio de armas; la puerta presenta un arco rebajado con dovelas de sillares de piedra, que parece ser de época nazarí.
El recinto murado interior posee un perímetro de 98 metros. En su origen los lienzos de muralla presentarían un núcleo de lleno y dos hojas de sillarejo dispuesto en espiga y con llagueado saliente en las juntas.
El conjunto de la fortaleza del castillo consta de varias torres; la Torre adosada al cuerpo primitivo, la Torre en proa noroeste, la Torre del homenaje y la torre sudeste.
PATIO DE LAS COMEDIAS

Foto Susana Collado Fernandez.
El Patio de las Comedias de Iznájar y la huella de los Fernández de Córdoba.
Corría el año 1431 cuando las tropas de Juan II de Castilla conquistaban la villa de Iznájar, enclavada en una estratégica colina sobre el río Genil. Poco después, el rey otorgaba el castillo y la jurisdicción de la villa a Diego Fernández de Córdoba y Montemayor, noble guerrero de frontera, quien se convirtió en el primer Señor de Iznájar, más conocido por el I Conde de Cabra. Así comenzaba una nueva etapa para esta localidad, ahora incorporada a los vastos dominios de los Fernández de Córdoba.
Bajo su señorío, Iznájar se transformó: se reforzó el castillo, se organizó la repoblación cristiana y se estructuraron nuevos espacios urbanos en torno a la vida comunal y productiva. En ese contexto nació lo que hoy conocemos como el Patio de las Comedias, un lugar que fue primero una alcaicería musulmana —un mercado cerrado para el comercio de bienes valiosos como la seda— y que con el tiempo se convirtió en corral de comedias a mediados del siglo XVI, reflejo de una nueva sociabilidad urbana.
Ya en el siglo XVII, en 1675, este espacio pasó a usarse como patio de vecinos, donde varias familias compartían el agua, la vida cotidiana, las penas y las fiestas. Lo que entonces era símbolo de necesidad y convivencia popular, hoy es un ejemplo vivo de patrimonio cultural. Con sus macetas azules, donde florecen sus geranios colgantes, o esa albahaca de embriagado olor, con la cerámica tradicional y placas conmemorativas recordándonos el paso del tiempo o poemas.
«Hay besos que pronuncia por si solos
La sentencia del amor condenatoria
Hay besos que se dan con la mirada
Hay besos que se dan con la memoria
Hay besos silencioso, besos nobles.
Hay besos enigmáticos, sinceros
Hay besos que dan solo las almas.
Hay besos por prohibidos, verdaderos
(…)
Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado
Hay besos que encierran una tragedia.
Cuantas rosas en broche han deshojado.»
Gabriel Mistral (Vicuña 1889-Nueva York 1957.
En fin, el patio conserva la memoria de siglos de historia.
El Patio de las Comedias, cuidadosamente mantenido por sus vecinos, ha sido premiado en numerosas ediciones de la Ruta de los Patios, Rincones y Balcones de la Subbética. Pero su valor no es solo estético, es también histórico. En sus muros resuena aún el eco de aquella época en la que los Fernández de Córdoba moldeaban el destino de villas enteras, dejando tras de sí castillos, iglesias y trazados urbanos.
Hoy, en pleno siglo XXI, este patio simboliza la continuidad entre el pasado señorial y la identidad popular, entre la historia escrita en pergaminos y la vivida entre flores, fuentes y paredes encaladas. Iznájar sigue floreciendo, como entonces, bajo la sombra amable de su historia.
Francisco Fernández de Córdoba y Rivero.
fferyri@gmail.com