LUIS DE LA CERDA

Museo del Prado Madrid.
Luis Francisco de la Cerda y Aragón Folch de Cardona y Fernández de Córdoba (1660-1711): El ocaso del poder nobiliario en la España del Barroco.
Introducción.-
La figura de Luis Francisco de la Cerda y Aragón, IX duque de Medinaceli, representa el esplendor y el declive de la alta nobleza en la España de finales del siglo XVII. A la cabeza de uno de los patrimonios nobiliarios más extensos de Europa, su trayectoria vital refleja tanto el poder político de la aristocracia castellana como el inicio de su subordinación al modelo absolutista de los Borbones. Su trágico final constituye un hito significativo en el proceso de transformación del poder en la España del cambio dinástico entre Austrias y Borbones.
Origen y linaje
Luis Francisco de la Cerda nació el 2 de agosto de 1660 en El Puerto de Santa María, en el seno de una de las familias más poderosas del reino. Era el primer hijo varón de Juan Francisco Tomás de la Cerda Enríquez de Rivera, VIII duque de Medinaceli, y de Catalina Antonia de Aragón Folch de Cardona Fernández de Córdoba y Sandoval, descendiente de la poderosa Casa de Cardona. A través de esta doble herencia, acumulaba los derechos sobre los señoríos de los Cardona en Cataluña, Segorbe en Valencia y el extensísimo patrimonio de los Medinaceli en Castilla.
Gracias a este cúmulo de títulos y rentas, fue uno de los aristócratas con mayor número de estados señoriales en la Monarquía Hispánica en el tránsito del siglo XVII al XVIII [1].
Carrera política y diplomática
El peso de su linaje le permitió ocupar destacados cargos diplomáticos y políticos. En 1687 fue nombrado embajador en Roma, representando a la monarquía hispánica ante los pontificados de Inocencio XI, Alejandro VIII e Inocencio XII [2]. Su estancia en la corte pontificia reforzó los vínculos diplomáticos tradicionales entre la Monarquía Católica y los Estados Pontificios.
Más tarde, en 1696, fue nombrado virrey de Nápoles, cargo que ocupó hasta 1702. Esta responsabilidad implicaba la gestión política del virreinato y la defensa de uno de los enclaves estratégicos más importantes del Mediterráneo.
Durante los primeros años del reinado de Felipe V, en el contexto de la Guerra de Sucesión Española (1701-1714), Luis Francisco de la Cerda fue llamado nuevamente a desempeñar altos cargos en la corte: presidente del Consejo de Indias, ayo del príncipe de Asturias y figura principal en el gobierno de los primeros momentos del nuevo reinado borbónico [3].
Caída en desgracia y muerte
El estallido de la Guerra de Sucesión precipitó su caída. Acusado de simpatizar con el bando austracista, favorable al archiduque Carlos de Austria, fue arrestado en 1710, procesado en secreto y encarcelado en el Alcázar de Segovia. Posteriormente fue trasladado a Fuenterrabía y finalmente a la fortaleza de Pamplona, donde murió en extrañas circunstancias el 26 de enero de 1711 [4], siendo depositado su cuerpo el día 28 entre las 7 y 8 de la noche en el Convento de las monjas carmelitas descalzas.
Su proceso judicial nunca fue esclarecido y su muerte sigue envuelta en el misterio, reflejo de las tensiones políticas que desangraron a la monarquía hispánica durante el conflicto sucesorio.
Herencia y legado
Si bien casi en Madrid el 2 de febrero de 1678 con María Nieves Téllez Girón y Sandoval, prima hermana de su madre, hija del V Duque de Osuna, no dejo descendencia.
Fallecido sin descendencia directa, el vasto patrimonio nobiliario de la Casa de Medinaceli pasó a su sobrino Nicolás Fernández de Córdoba y de la Cerda, hijo de su hermana Felicha María de la Cerda y Aragón y de Luis Mauricio Fernández de Córdoba y Figueroa, VII marqués de Priego y VII duque de Feria. Este enlace dinástico significó la fusión definitiva de dos de las casas nobiliarias más poderosas de la historia de España: Medinaceli y Fernández de Córdoba [5].
Desde ese momento, el linaje de los Fernández de Córdoba heredó los títulos y los extensos dominios de Medinaceli, consolidando bajo su nombre uno de los patrimonios señoriales más relevantes de Europa. Esta integración refleja el proceso de concentración patrimonial que caracterizó el ocaso del poder nobiliario durante la transición a la monarquía centralizada borbónica.
El destino trágico de Luis Francisco de la Cerda simboliza así no solo el final de una de las trayectorias más brillantes de la alta aristocracia española del Barroco, sino también el fin de la autonomía política efectiva de la nobleza territorial frente a las nuevas estructuras del absolutismo.
Títulos
Duque de Medinaceli, Segorbe, Cardona y de Alcalá de los Gazules.
Marqués de Cogolludo, Pallars, Tarifa, Alcalá de la alameda, Denia, Cea, Villamizar, Comares.
Conde de
Puerto de Santamaria, Ampurias y Prades, de los morales, Ampudia, Santa Gadea, Buendía.
Seis Baronías y un sin fin de Señorios.
Referencias
[1]: Domínguez Ortiz, Antonio. La sociedad española en el siglo XVII. Madrid: Alianza Editorial, 1983, pp. 94-96.
[2]: García Hernán, Enrique. Embajadores y virreyes: la política exterior de la Monarquía Hispánica. Madrid: CSIC, 2003, pp. 273-275.
[3]: Kamen, Henry. La Guerra de Sucesión en España (1700-1715). Barcelona: Crítica, 2001, pp. 112-115.
[4]: Stradling, R.A. España y la rebelión de 1705-1710. Madrid: Marcial Pons, 2003, pp. 202-205.
[5]: Ruiz Cardador, Félix. La Casa de Medinaceli en la España Moderna. Sevilla: Fundación Casa de Medinaceli, 2019, pp. 218-222.
Artículo:
Francisco Fernández de Córdoba y Rivero
fferyri@gmail.com